Tengo dormida en mis labios
la flor de la palabra,
mágico bosquejo de letras
agazapadas.
A veces
son besos y caricias
que sustentan mi espíritu
otras,
lágrimas suficientes
para limpiar las heridas
que el destino va grabando.
Su fuerza conjuga
lo remoto y el mañana,
eje misterioso
que evita el abismo y la locura.
Es la vida, ocasionando la vida.
Miradas disímiles
galopan la imaginación,
como un tropel desbocado
agitándose en mi lengua
y el suceso ocurre,
¡Existe poesía!
Y aquí, muy dentro mío
acontece mi mundo
sin atascos, sin tristezas
son surcos de ríos
llevando mis sueños
que como una multitud van
armoniosos
destinados a crear.
Cuando el desvelo multiplica lo irreal,
crezco
y mi huella dibuja mi existencia
afortunadamente.
Quiero disfrazarme de harapos y lentejuelas
de perfumes y gestos,
de risas y fantasmas,
de vergüenzas y castigos.
Necesito, necesito la palabra como mi sangre,
para desahogar desatinos y miserias
y darle a mi voz la fuerza de un párrafo
que afine su sentido con mi vida.
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