Sí alguna vez la tristeza
se pasea huraña por tu corazón inerme,
y el vacío estalla
en los confines
de un silencio umbroso.
Si asciende hasta tu boca,
y los otoños
de tu cordura se quiebran,
yo recogeré el racimo
de caricias marchito,
y seré la mano
ceñida al amor
donde tu guerra se entregue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario